A río revuelto, ganancia de pescadores. Está claro que más de uno aprovechó muy bien la urgencia y el revuelo de la pandemia para hacer negocio a costa de vender material sanitario a las instituciones públicas a precio de oro. En algunos casos, además, se hizo metiendo gato por liebre y se endosó material que no cumplía los mínimos de calidad. Es el caso del millón y medio de mascarillas defectuosas que vendió Koldo al Gobierno balear. Hoy siguen almacenadas en una nave. Amontonadas, como muchas otras. Esta semana el Servicio Extremeño de Salud ha informado a la Guardia Civil sobre el hallazgo de unas 700.000 mascarillas con etiquetas de “no utilizar”.

En Navarra SODENA compró mascarillas a petición de la Confederación de Empresarios, pero como tuvieron la oportunidad de adquirir material a mejor precio, dejaron colgado al Gobierno con 1,7 millones de unidades, que acabaron siendo regaladas a una ONG. ¿Recuerdan a Ibarrola indignadísima diciendo que era una abandonar mascarillas en un almacén es una auténtica vergüenza?, pues bien ahora han encontrado 400.000 en un almacén municipal, caducadas.

Y luego están los que además de haber sacado tajada por comisiones escandalosas, además han defraudado a Hacienda. A Luis Medina y Alberto Luceño les embargaron una casa de un millón de euros, coches de alta gama, un yate y tres relojes Rolex por no pagar los impuestos de los 11 millones de euros que se habían levantado y ahora es noticia la pareja de Isabel Díaz Ayuso, que se embolsó 2 millones en comisiones e intentó ahorrarse los impuestos, por lo que le acusan de un supuesto fraude de 350.000 euros. “Ahora le toca al novio” dice Ayuso. Perdona bonita, pero el novio se lo ha buscado él solo.