El último informe del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud señala, con los datos de 2023, que solo el 16,2% de los jóvenes entre 16 y 29 años se ha independizado, un 0,2% menos que el año anterior. Esto es, cuatro de cada cinco personas en esa edad logran su emancipación superados los 30 años y tienen que dedicar el 68% de su salario a pagar el alquiler. La precariedad laboral, con una brecha cada vez mayor de ingresos entre generaciones, y el precio de la vivienda, incluido también el alquiler, son factores inexcusables a encarar.
Ya lo hace el programa navarro de vivienda Emanzipa, pero el conjunto de datos acredita que no basta y que se ha quedado corto ante las limitaciones al coste del alquiler subvencionable con ayuda pública. Un mundo cada vez más confuso y complejo que expande una brecha creciente entre edades y reducen las oportunidades vitales de las nuevas generaciones. Quienes ahora tienen o tenemos las responsabilidades en la toma de decisiones en cualquier ámbito formamos parte de un tiempo laboral cuyos intereses cada vez aparecen más alejados, incluso diferenciados, de los suyos. Quizá esto sea una constante vital en cada generación. O igual son novedosas de un nuevo siglo y de un nuevo tiempo.
Pero las condiciones actuales son unas específicas y su atención requiere también escuchar, visualizar y, sobre todo, intentar entender la particularidad de este presente. Ven cómo se alarga el tiempo de la dependencia familiar, se estancan sus posibilidades de emancipación o de natalidad, desaparecen sus derechos laborales impulsados a acceder al trabajo a cualquier precio y se reduce la igualdad de oportunidades real en la escala educativa y social. Y en una encrucijada vital renuncian al arraigo obligados al exilio laboral o académico. Jóvenes con buena formación laboral, profesional o académica no encuentran empleo al nivel de sus conocimientos y si lo encuentran es en unas condiciones salariales y de estabilidad peores. La juventud, sin embargo, no es un estado de desánimo. Es un tiempo de oportunidades y sueños. Un tiempo en el que todavía no se ha perdido el interés por contribuir con el propio bagaje intelectual, vita y profesional a la sociedad. Es responsabilidad política diseñar políticas integrales en el conjunto de los servicios públicos del Gobierno de Navarra que permitan impulsar la convivencia y el asentamiento de la juventud.
Actuar para poner coto al asalto de la economía de los mercados que ha convertido derechos como la vivienda, la educación o la salud en sujetos de las especulaciones de los grandes fondos que la alimentan. No hacer nada es un camino al desastre futuro. Se trata de satisfacer los retos de las personas más jóvenes de nuestra sociedad con los ejes de la emancipación familiar, el desarrollo de una vida saludable, impulsar su arraigo social, laboral y participación colectiva y propiciar su integración plena en la sociedad navarra de este siglo XXI. Como ocurrió con nuestra generación gracias al trabajo de nuestros padres y madres y a la apuesta pública por la igualdad de oportunidades y los derechos sociales y laborales. Un plus que portan los jóvenes que Navarra no se puede permitir desaprovechar.