Torpeza dialéctica del alcalde Asiron a propósito de la reurbanización del Paseo de Sarasate, “un reto para esta legislatura”: “No vamos a condicionar un proyecto de ciudad por un árbol o dos”. La plataforma única y la conservación del arbolado, “principios irrenunciables”. Asiron no se apea (disuade) del apeo (tala). Munición argumentativa para UPN, que sufrió la categórica oposición de EH Bildu en ese mismo proyecto urbanístico. Dueño de sus propósitos, esclavo de sus contradicciones.
Torpeza doméstica. Otoño precoz para Cristina Ibarrola, presidenta de UPN. Hojas caídas de sus árboles parlamentario y municipal. De las relevantes, de las que lucen. Agotamiento de la savia comunicante con el tronco presidencial y de las consiguientes energía y confianza. En la fiesta de comienzo del curso político, Ibarrola fue alzada por un par de chicas militantes entre el regocijo de las juventudes. Otros prefirieron sostener una cerveza. Cristina colgó en redes la foto del esperpento. Como lo fue el fotomontaje de la sumisión de los socialistas a los independentistas vascos, incluido un Otegi pistolero. Y más la justificación de tratarse de un despiste. Colgado y descolgado. Indicio de desesperación enrabietada. Lo confirma el rencor de utilizar como crítica presente el argumento de la censura para su destitución: “Ciudad paralizada”. Expresión guardada en la recámara de la venganza.
Torpeza política. Alzorriz, portavoz parlamentario del PSN y número 2 de la Ejecutiva, imputó al departamento de Salud la perpetuación del problema sanitario a pesar de disponer de cientos de millones más: “Se debe gestionar de manera diferente y eficiente”. Olvida que la gestión de un Gobierno es colegiada y su presidenta, principal responsable. Primero, el “marrón”; después el capón. Uxue Barkos expresó el “enorme enfado” de Geroa Bai y pidió a Alzorriz “sensatez” y “mucho más sosiego, tranquilidad y serenidad”. Demasiadas exigencias para un imprudente.