La contundente victoria electoral de Donald Trump que llevará al magnate y convicto líder republicano a una segunda etapa de poder en la Casa Blanca va a tener sin duda una incidencia clave en el desarrollo de la guerra que libra Israel en Gaza y Líbano y en el propio conflicto en Oriente Próximo. No en vano, según reveló ayer el primer ministró israelí, Trump y Benjamin Netanyahu han mantenido ya tres conversaciones telefónicas desde la elección el pasado martes del futuro presidente de Estados Unidos, lo que muestra la sintonía existente entre ambos. Además, la decisión de Catar de retirarse como mediador en las negociaciones entre Israel y Hamás acaba prácticamente con las expectativas de alcanzar una tregua y más aún con las esperanzas de paz.
El temor es que la actual situación de ínterin, con una administración norteamericana saliente absolutamente debilitada tras la derrota de la candidata demócrata, Kamala Harris, y un Trump exultante y que no ejercerá aún hasta dentro de unos meses, Netanyahu se sienta con las manos totalmente libres para actuar en terreno palestino. Es, de hecho, lo que ya estaba sucediendo y continúa aún, donde en las últimas 24 horas se han producido medio centenar de muertos en Gaza y otro medio centenar en Líbano por ataques del ejército israelí. Una libertad de acción que Netanyahu ejerce y reclama y que solo puede entenderse desde la más absoluta impunidad.
Hasta el punto de que el líder israelí ha llegado a relacionar los lamentables incidentes que tuvieron lugar el pasado jueves en Ámsterdam en el contexto del partido de fútbol que enfrentó al Ajax y al Maccabi de Tel Aviv, con duros enfrentamientos entre manifestantes propalestinos e hinchas radicales del equipo hebreo, con las denuncias por genocidio ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) o la investigación del Tribunal Penal Internacional TPI) contra Israel por presuntos crímenes de guerra y contra la humanidad. Es de todo punto inaceptable que Netanyahu mantenga la construcción de su falso relato de autodefensa y se presente como víctima de antisemitismo aludiendo a un supuesto “pogromo” –término con connotaciones antijudías– colocando al mismo nivel la aplicación de la justicia internacional con unos incidentes que no cabe amparar ni justificar y que están a años luz de la brutalidad que está aplicando él en la región.