¿Cómo podéis decir los merengues que ayudamos al Barça si a Vinícius le ha caído una sanción ridícula por agredir a un rival e intentar abalanzarse sobre el árbitro? ¿Cómo podéis decir los culers que ayudamos al Real Madrid si intentamos que inscribáis a Olmo y a Víctor fuera del plazo legal?

Y, así, con una norma para los dos grandes y otra para los 18 clubes restantes, se hace una Liga bifronte, ésa en la que tras preguntarle a un chaval de qué equipo es hay que añadir: “¿Y para ganar la Liga?”. Porque el truco es muy sencillo: consiste en que todo hincha crea que solo la rivalidad Madrid-Barça sostiene este tinglado y que no hay otro modelo posible, con más invitados a la fiesta.

Y así justificar el veto a todo intento de equiparar fuerzas económicas –por ejemplo, un reparto igualitario de los derechos televisivos–. Y así mantener el absurdo de equipos de 1.000 y 1.200 millones jugando contra otros muchos que no llegan ni a 100.