Trump es el macho alfa de una manada de gorilas”, aseguró con acierto el eurodiputado popular Esteban González Pons y le ha caído la del pulpo dentro del partido y de Vox. Es el modelo de hipermasculinidad que ha triunfado en Estados Unidos, también en la generación Z, la que se quiere importar junto al saludo nazi o de emperador romano de Musk y del resto de teócratas. La de caña al mono... Como un Vladimir Putin o un Kim Jong...Teocracias que en Iran o en Afganistan, en versión árabe, sirve para someter a las mujeres.

Y no hablo solo de los anti aborto y anti-LGTBI en USA sino del regreso –por ejemplo– de las tradwives, o esposas tradicionales, madres o esposas que se quedan en casa. No hay más que ver TikTok, YouTube o Instagram. “El mundo de los hombres y del machismo es muy perverso y si nosotros no ocupamos ese espacio, lo harán otros hombres con su discurso opresor”, admite Ander Magallón de Eraikiz, asociación que en Navarra se implica en la lucha contra la violencia machista y reconoce que los hombres que llegan a sus talleres no son igualitarios sino “políticamente correctos”.

Y sí son una minoría necesaria que reflexiona sobre la relación entre hombre y poder, hombre duro poco sensible... hombre por oposición a mujer. No dicen a otros hombres cómo deben ser, fomentan la igualdad para mejorar las relaciones, evitar agresiones, para ser más felices... Para que eso de deconstruir masculinidades hegemónicas no suene a rollo feminista o a tío “muermo”. Porque la retórica machista no es que cale entre la extrema derecha es que es muy peligrosa entre los más jóvenes.