Los expertos en neuromarketing saben muy bien que las palabras son poderosas. Son la representación de conceptos mentales y esto hace que inconscientemente nos provoquen determinadas sensaciones.

Os propongo un pequeño juego: ¿qué os viene a la mente cuando oís hablar del Matadero, el conocido centro cultural de Madrid? Yo, como no lo conozco, inconscientemente, me imagino vísceras, sangre por el suelo y un olor asqueroso como el que había una vez en la plaza de toros después de una corrida en San Fermín, hace ya muchos años, cuando me mandaron a hacer un reportaje sobre los carniceros de la plaza. Ya sé que no es así, pero no lo puedo evitar. Lo mismo que cuando oigo La casa encendida, también de Madrid. No puedo dejar de imaginarme un montón de luces encendidas gastando luz innecesariamente.

¿Y la Tabakalera de Donosti? Este sí lo conozco, pero aun y todo este nombre ¿no os trae a la mente unas enormes hojas de planta de tabaco, puestas a secar al sol o un montón de trabajadoras liando cigarrillos en blanco y negro? Por eso cuando oí que está en proyecto un nuevo espacio cultural para Tudela que se llamará Sementales, pues no sé. Ya sé que el nombre le viene de su uso como cuartel de caballos sementales del ejército y que antes fue comisaría y cárcel, y antes de ello iglesia y convento desde el siglo XIII. Tiene su justificación, pero se me hace raro quedar con una amiga para ir a hacer yoga a Sementales, por ejemplo, o a ver una exposición de imágenes marianas del barroco, qué se yo. Porque, queramos o no, en esta sociedad cada vez más alejada del mundo rural, me da que lo que esta palabra nos trae a la mente tiene más que ver con el porno guarro que con su etimología original.