La complejidad del asunto, sus múltiples aristas, la importancia de lo que sucede, el dolor que acompaña a los hechos, las malas interpretaciones de lo que se pueda escribir, etcétera, hace meses que llevan a que no escriba apenas de la guerra de la invasión de Rusia, en la medida en la que, ya digo, los errores que uno puede cometer escribiendo alegremente a más de 4.000 kilómetros del sangriento frente es potencialmente muy alto. Por respeto a quienes pierden la vida y sus familiares, prefiero no exponer más idea que el anhelo de que acabe cuanto antes y con algo que sea lo más justo posible.

Dicho eso, sí que, como periodista, me veo en la obligación de aclarar: huyamos de los mensajes simples, de las soluciones mágicas y, concretando y llevando al mundo del periodismo, de los resúmenes cortados. Me refiero, claro, al lamentable episodio de la Casa Blanca. Como ya hace muchos años que sé que los medios cortan y pegan lo que interesa y sé también que además el público tendemos a no invertir más allá de dos minutos en ningún tema, los cortes del vídeo de Trump, Vance y Zelenski estaban editados para que no duraran más allá de cinco minutos. La conversación duró 50 y hasta el minuto 40 no hubo problema alguno.

Luego, claro, pasó lo que pasó, con Trump exhibiendo sus dotes de macarra de patio de colegio, pero yo solamente quisiera transmitir que, sin entrar a hacer juicio de valor ninguno del caso concreto sino yendo a la generalidad de estas cosas, hay que tratar de ver y oír la totalidad de una intervención o de una conversación o de una rueda de prensa. Luego puedes o no cambiar tu opinión, matizarla, reforzar lo que ya pensabas, lo que sea, pero es importante –y mucho más en un tema tan serio– tratar de informarse lo mejor posible, de la manera más amplia posible. Y aún con todo es factible que solo nos enteremos de un 10% de la verdad. Con suerte.