Hablar del tiempo ya no es un recurso conversacional, un subterfugio para romper un silencio incómodo. Esa apelación al clima buscando una respuesta amable del interlocutor es una necesidad, un desahogo que compartir con alguien que presenta los mismos síntomas de fastidio. Mirar cómo viene el día, en el móvil o desde la ventana que deja ver un fragmento de cielo, es la primera actividad al comenzar la jornada.
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Y la sensación temprana es la de sentirse atrapado en ‘el día de la marmota’. Son muchas semanas pisando charcos y perdiendo paraguas. Cuando el sol consigue abrirse paso a duras penas entre las nubes, el frío también reclama su espacio en los mapas meteorológicos y allí donde no llegan las prendas de abrigo. Mañana comienza la primavera porque lo dice el calendario, pero sin tener ningún conocimiento de las témporas me atrevo a pronosticar que esta quinta estación, la que como consecuencia del cambio climático ha alterado los periodos conocidos, con su época de lluvias, su temporada de nieve, los veranillos de San Miguel y de San Martín y los chubascos que acompañaban la visita a Pamplona del Ángel de Aralar, esta estación sin normas ni reglas, ha llegado para quedarse. La explosión climática que padecemos no respeta al calendario y mucho menos a las tradiciones de carácter religioso; y lo mismo pone en fuga a las procesiones de Semana Santa en marzo o en abril, que suelta un torrente de agua en las calles por San Fermín en el recién estrenado verano.
Lo que inquieta de este desfase es la desproporción y el volumen de estas inclemencias, capaces de llenar al cien por cien embalses de Catalunya que arrastraban meses y meses de sed. Quiero decir que estas precipitaciones incontrolables en sus efectos sobre áreas urbanas también tendrán su réplica en forma de temperaturas extremas y de prolongadas sequías. Los humanos hemos contribuido a romper ese ciclo estacional, pero parece que nos preocupa más cuántos días va a seguir lloviendo que frenar las emisiones de gases de efecto invernadero y esos compromisos de las cumbres de los jefes de Gobierno que luego quedan en papel mojado (y no es un chiste).
En fin, observo con atención en la web la previsión para los siete próximos días y está ilustrada con nubes negras y símbolos de lluvia. Noé ya estaría soltando el ancla.