Abril comenzó locuelo, haciendo honor a la tradición anglosajona; podrían haberlo adelantado una luna para que la guerra (arancelaria por el momento) llegara cuando andábamos de carnaval. Todo habría tenido al menos un carácter más festivo y ancestral, de lucha del bien y del mal sin saber qué papel juega cada uno.
Ángeles y demonios se han convertido en profetas del armamentismo o del libre mercado. Sospecho que son lo mismo y que estaban conchabados desde la primera rebelión del ángel caído. Ya no merece la pena leer a Milton: son tiempos más de prismas y espejos deformantes, de Max Estrella; o de dimensiones oscuras y formidables como las de Lovecraft. Estoy encontrando cierto refugio en la literatura porque los analistas de la cosa pública sólo dan palos de ciego, golpean al aire a ver si pillan la piñata y se rompe de una vez.
Literatura: el otro día me tocó dar una charla sobre la historia del universo, esto es, sobre la ciencia que la intenta contar, y acabé citando a Edgar Allan Poe como uno de los primeros que entendió el Big Bang (un siglo antes de que se inventara la idea), que el tiempo era finito y por lo tanto la luz y el espacio no nos venían desde siempre y que por eso el cielo es oscuro por la noche. Hace unos años, cuando la crisis anterior, la de los bancos y los ladrones (perdón por la redundancia), me sucedió lo mismo y acabé citando a Vargas Llosa sin venir a qué. Ahora dudo entre los Hermanos Marx en el oeste o en la China de Tsun Tzu, pasando por la Prusia de von Clausewitz. Einstein resolvió la paradoja cosmológica de Olbers pensando un universo donde espacio y tiempo interactúan con la materia y la energía. La paradoja actual no tiene un físico que la escriba, sin embargo. Igual es más cosa de Gila...