Coinciden estos días dos cuestiones que en el fondo terminan en el mismo lugar: ¿se puede y/o se debe separar al autor de su obra, es mejor una obra porque coincida la ideología de su autor con los postulados imperantes, es peor por lo contrario? Muere Vargas Llosa. Y todos y todas coinciden en su gran obra, pero mientras que media platea reniega de su persona e ideología la otra media la aplaude.
Vargas Llosa, un escritor que utilizó la literatura para descifrar la vida
Le quitan una calle al arquitecto Víctor Eusa, autor de numerosos edificios en Pamplona, y miembro de la Junta de Guerra Carlista de Navarra, a la que se acusa de muchos de los crímenes y represiones en la Navarra sin frente de guerra de los años entre 1936 y 1939. Pues bien, Eusa, el arquitecto, estaba allá. ¿Hay que quitarle la calle que imagino se le ha dado por su carácter profesional o no hay que quitársela?
La legislación a la que se agarra el ayuntamiento de Pamplona asegura que sí, que entra dentro de los supuestos, mientras que el Colegio Oficial Vasco Navarro de Arquitectos y voces particulares aseguran que no, centrando su importancia en la valía de su arquitectura y en la importancia de la misma para nuestra ciudad. Bueno, opiniones va a haber para todos los gustos. Yo soy de la opinión de que la obra no tiene que verse ni perjudicada ni mejorada –esto también pasa mucho, auténticos artistas truños o medianitos ensalzados a las alturas por su ideología y coincidir con el statu quo imperante en cualquier momento– por la ideología del artista, pero al mismo tiempo considero que, en el caso de Eusa, no hablamos de una ideología sino de una actividad concreta.
Espinoso asunto en todo caso, que no va a dejar satisfecho a unos y otros con una solución u otra, puesto que las ideas ya las traemos de casa. Tampoco en el caso del escritor falangista y cargo público franquista Ángel María Pascual, con plaza hasta hace nada, que va a ser sustituida.