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Consecuencias

ConsecuenciasPIXABAY

Nos enseñaron a analizar las consecuencias de lo que íbamos a hacer, por supuesto ANTES de hacerlo. La educación es eso precisamente, tener en cuenta a los demás, al entorno, a nosotros mismos, ver qué sucederá si hacemos algo. Pero estas enseñanzas son de las que incumplimos a la primera de cambio. Porque nos puede lo inmediato: el ser humano aprendió a ser impulsivo antes de ser humano, a actuar antes de sopesar los escenarios posibles y menos sus consecuencias. Y así nos va, sobre todo ahora que la acción individual se vuelve colectiva al multiplicarse por la imitación a la que nos invitan las redes.

Un ejemplo de estas semanas: ¿han visto esos adorables dibujos que crean los algoritmos de conversación de moda, que les pones una foto y te la convierte en un fotograma de un anime de Miyazaki? El otro día un amigo me dijo: pones “hazlo al estilo Ghibli” y ya está. Pero no sabía qué era eso de Ghibli; para él funcionaba simplemente como la palabra mágica que abría esa caja de estampas adorables y un poco ñoñas, amables y algo melancólicas de un pasado mejor. Pero es un horror porque ese proceso maltrata el trabajo de unos artesanos de historias muy humanas, de reflexiones sobre la civilización y las consecuencias de un progreso irresponsable.

El anime japonés que siempre he amado (más gracias a Blanca Oria y al festival que nos trajo durante tantos años al Planetario, cuando aún podían hacerse cosas chulas) no es una creación algorítmica, ese pastiche sensiblero y fácil, que, para colmo, tiene un gasto energético descomunal, además de una completa falta de ética sobre derechos intelectuales y morales. Las consecuencias de que cientos de millones de idiotas estemos usando esa herramienta, sin embargo, pueden ser incluso peores que los peores presagios que hagamos en esta columna.