El equipo que se queda sin final de Champions por un gol –para colmo, polémico– en el minuto 93; el ciclista que va con toda su ilusión al Giro, se cae antes de acabar la primera etapa y quizás se pierda toda la temporada; el portero al que se le escurre el balón de las manos y priva a su equipo de un ascenso que ya acariciaba... Decía una vez Perico Delgado que el Tour no tiene sentimientos, pero creemos que se equivocaba: el deporte sí que tiene sentimientos, pero de todo tipo. Y por eso, cuando le da por ahí, puede ser realmente muy cruel e importarle poco la justicia o la lógica. Y el único consuelo, aunque no siempre ocurra, es que suele dar segundas oportunidades para que se levanten esos que se cayeron o para que ganen ésos que perdieron. Que no es que reconforte mucho en las horas más bajas, pero que al menos sirve para no desanimarse para siempre jamás y volver a intentarlo.
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