La fama es cruel, un día te propulsa y otro se te lanza a la yugular, te deglute y pasas a papilla de meme, objeto de la coña marinera. Pienso en Francisco Umbral. Este 11 de mayo habría cumplido 93 años. Hace tiempo que me encuentro sus libros en rastros y saldos. Toda la vida trabajando como un émbolo, como un pontífice con aires de Asimov, y todo pasa y todo queda, y hasta los papas se descomponen y los salmos amarillean. Hoy Umbral tal vez es más recordado por un arrebato televisivo que por su destacadísimo intelecto o por sus premios literarios. Supongo que para él, que murió en 2007, sería una cabronada saberse maniatado a una frase (‘yo he venido aquí a hablar de mi libro’). O puede que avezado en el show business, le hiciese tilín que el chascarro perviva y sea parte del acervo popular. El pollo que le montó a Mercedes Milá en 1993 en Antena 3 es un clásico. El intelectual de voz grave arrollado por la escaleta, sacudiendo en directo a la “putrefacta” televisión. A Umbral le pudo su personaje, la mala gaita, sus razones o todo junto, y se puso como una cafetera. Aquel enojo se imprimió en la memoria colectiva como una reyerta inolvidable. No hay columna suya que pueda competir con ese chorreo porque, seamos sinceros, nos pirran los pifostios ajenos.
Literatura política
Este 11 de mayo Francisco Umbral hubiese cumplido 93 años. Acercarse a su figura es también aproximarse a las virtudes y defectos de su sociedad
El tiempo arrumba casi todo, pero ver a Umbral perdiendo los estribos resiste el calendario. El escritor fue un brillantísimo cronista de una época ya periclitada, pero que más nos valdría no enterrarla y conocerla mejor, siquiera para sacarle defectos. La Fundación Francisco Umbral promueve su obra, su estilo y su hemeroteca, con pasajes exquisitos. En su web, repositorio de recomendable visita, encuentro referencia al documental Anatomía de un Dandy, de 2020, y selecciono dos perlas entre los artículos. Una, de 1993: “En España se leen pocos periódicos y la imagen dispersa, bulliciosa y violenta que estamos dando como gremio, a mí me parece que nos perjudica ante los lectores”. Y otra, de 1986: “Las clases medias, si se las aprieta, dan el fascismo, como el proletariado da el comunismo”.
De aquella diatriba de Umbral sentado a la derecha de Emilio Romero, que Antena 3 colgó en Youtube, hay un sustantivo que ha pasado casi inadvertido; cuando el articulista dijo que en sus columnas se jugaba “el porvenir”. Bella palabra ahora en desuso por esta pobreza lingüística que arrastramos. Del futuro hablamos a todas horas. Del porvenir lo hacemos mucho menos. Y el porvenir no es ni rifa ni destino. Políticamente la duda crepitante es a quién dejará en la oposición y a quién en la Moncloa. Y Sanxe, para desesperación de la derechona, tiene opciones de ahorrarse la mudanza.
Sea cual sea el desenlace, la denostada política es crucial porque modela la sociedad. Recuerdo que cuando era niño el antiguo ascensor de mi casa, un Muguerza con camerino de madera, solo servía para subir. Para bajarlo debía ir vacío o reservado a vecinos mayores con movilidad reducida. Era un aparato tullido, hasta cierto punto incompleto. Un ascensor que se precie debe hacer honor a su nombre pero también evitar que cualquiera caiga rodando por las escaleras. Un ascensor moderno si lo pulsas te responde, sea cual sean tus circunstancias. Por eso, si se deja a la virulé la igualdad de oportunidades, nos cargaremos hasta las poleas de la democracia. Y no son tiempos para descuidar su mantenimiento. Nunca lo son.
Por cierto, aquel libro del que fue a hablar Umbral se llamaba La década roja.