A veces, dan ganas de meterse en las vidas ajenas. Para ordenarlas un poco. Las miras, las ves hechas una pena y te dan ganas de ponerlas en orden. Lo sé. Porque tú, con tu infinita sabiduría, en seguida encontrarías la solución. Pero claro, eso no se puede hacer. Lutxo. No sé si me entiendes, ¿me entiendes? En fin, estamos un día más bajo el toldo del Torino tomando un café y me dice que tendría que ponerme acúfenos. Y le digo: querrás decir audífonos.

Y me suelta: Oyes fatal. Últimamente, Lutxo me da consejos. Demasiados. Como si quisiera arreglarme la vida, el mentecato. Me explica cómo podría optimizar mis recursos. ¿Optimizar mis recursos? ¿En serio? De dónde has sacado tú ese vocabulario, viejo gnomo. Optimizar recursos. Lo que habría que optimizar es la Justicia, le digo yo. Y entonces se pone serio (cosa que me sorprende) y dice: Nuestra conciencia de las injusticias es cada vez mayor. Y en eso tiene razón, yo también lo he leído hace poco. Lo que están haciendo en Palestina no es una guerra. Lo que se está pergeñando allí es un plan sistemático. Proyectado y realizado con método y disciplina. Lo está viendo todo el mundo. Lo sabe todo el mundo. No puede no saberse porque es un saber automático.

Como no puede ignorarse que es inhumano. Que es contrario a la humanidad. Y eso es algo que nos está dañando a todos. Como conjunto. Como especie. Y pretender ignorarlo o negarlo es perverso. Solo verlo en las pantallas es ya insoportable. Como es insoportable que se alargue un minuto más. Habrá que juzgarlo. Será imposible olvidarlo. Sueño con ver a Netanyahu ante un tribunal internacional. No me puedo ni imaginar las múltiples, terribles e interminables consecuencias que traerá esta monstruosidad tan brutal. Sin duda, las veremos.