Este podría ser el titular de una columna de contenido xenófobo, pero no lo es en absoluto. Simplemente hace referencia a la masiva presencia de turismo foráneo en la península. Un anhelo de todos los gobiernos desde tiempos del tardofranquismo, que han presumido cada vez que se ha batido el récord de veraneantes extranjeros. Históricamente ha sido una fuente de ingresos importante. Solo el año pasado aportó unos ingresos de 98.397 millones de euros. Su peso en el PIB cada vez es mayor (actualmente ronda el 13% incluyendo el nacional) y se calcula que genera más de tres millones de empleos. Pero, como casi todo en esta vida, también tiene su parte negativa. Contribuye a la masificación y al encarecimiento de los precios. Desde la pandemia los paquetes vacacionales se ha disparado. Cada vez son más los autóctonos que no pueden permitirse unas vacaciones donde sí lo hacen los guiris, quienes con su demanda contribuyen a ese encarecimiento que no siempre sufren ellos porque acostumbran a hacer sus reservas con mayor antelación y pillan buenas ofertas. Quien sabe si podría llegar a extenderse aquí esa triste sensación que uno tiene cuando viaja a destinos de renta per cápita mucho más baja, donde abunda una oferta de ocio restringida en la práctica a extranjeros, porque su precio excluye a los locales.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
