Habló Infantino: “La FIFA no puede resolver los problemas geopolíticos”. Aparte de que eso último puede ganar –y está disputado– el concurso de eufemismos para no llamar genocidio a la matanza indiscriminada de palestinos de todas las edades, la frase es una declaración de intenciones: “No vamos a mover un dedo contra Israel”.
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Y es además una excusa muy barata: nadie pide a la FIFA que invada Israel y lleve a Netanyahu y a su banda ante los tribunales de derechos humanos. Ni siquiera que tome postura. Solo algo tan sencillo como lo que hace la propia FIFA para elegir a sus presidentes, él incluido: una votación de las federaciones nacionales sobre el veto a Israel.
Y aceptar y aplicar el resultado. Infantino nos quiere hacer creer que la FIFA (como la UEFA, que hace lo mismo) está al margen de esta tragedia –que ya sería terrible–, pero es mucho peor: su veto a la votación le pone del lado de los genocidas.