Las movilizaciones contra la inhumana agresión de Israel en Gaza están surtiendo un efecto reconfortante en una buena parte de la población. Entre otras razones porque ponen de manifiesto que los principios aún laten entre la ciudadanía, que no está tan adormecida como en ocasiones lo parece. Es verdad que en Navarra la causa palestina se ha venido reivindicando desde el primer instante en que Netanyahu optó por asesinar civiles de forma indiscriminada, pero en las protestas más recientes se ha generado una ola de denuncia que, por fin, llega a los oídos de los dirigentes europeos. Hasta la neofascista Georgia Meloni ha tomado nota del clamor que se escucha en las calles italianas. No es la única que ha pasado de mirar para otro lado ante la impunidad con la que Israel viene masacrando a decenas de miles de personas inocentes, a denunciar esta concatenación de crímenes.
Sorprendentemente, no actúa así el Partido Popular, que permite que Díaz Ayuso imponga una delirante línea argumental sobre lo que está sucediendo en Gaza, al tiempo que da oxígeno a Pedro Sánchez, que en este tema ha ido por delante de casi todos los líderes continentales. En cambio, la presidenta madrileña, obsesionada por desviar la atención de los más que presuntos actos delictivos de su novio, ridiculiza incluso la labor humanitaria de la flotilla. Un desbarre muy alejado de la mayoría social, que asiste con horror a los excesos israelís, mientras sigue llenando las calles de múltiples protestas. Y un estratégico error del PP, que consiente su empequeñecido presidente Núñez Feijóo con una ceguera impropia de quien aspira a la presidencia del Gobierno. No situarse ahora, sin ninguna fisura, del lado de las víctimas es de una torpeza absoluta y denota una incomprensible falta de humanidad.