“Sánchez cae. Lo verás”, me aleccionó una conocida hace siete años, cuando el líder socialista llevaba cien días en la Moncloa gracias a una moción de censura que aún escuece. Dos mil seiscientos días después la derecha sigue soñando con que a Sánchez le restan dos telediarios, y muerto el perro se acabó la rabia (la de la caverna, claro). Si el líder socialista no fenece políticamente de aquí a primavera habrá sudores fríos en Génova y espumarajos en algunas comisuras.
Lo único claro es que Sánchez sigue vivo, por más que la izquierda anda descuajaringada tras el boquete en Ferraz, el reventón de Podemos y el espejismo de Yolanda Díaz, víctima de su propia ensoñación. El fracaso de Sumar es XXL, bajo la dolce far niente del un narcisismo mal regulado. Al izquierdismo que presume de estupendo se le debe exigir más rigor. La pureza es agotadora y la síntesis requiere astucia. Hay que distinguir cuándo están abiertas las ventanas de oportunidad, para no espachurrarse contra el cristal. Las urnas son crueles, qué le vamos a hacer. Un día se recordará cómo aquella coalición llamada Unidas Podemos, estando en una posición histórica, prefirió tomar decisiones incomprensibles, volverse divisiva y paulatinamente irrelevante.
Sietes
Así que veré caer a Sánchez, y toco madera, de lo contrario me imagino hecho cenizas en un tarro y me da repeluco. Desde junio de 1977 hemos tenido a siete presidentes del Gobierno: tres madrileños, un sevillano, un castellano, un gallego y un leonés. Plurinacionalidad, más bien poca. La media por dirigente sale casi a siete años. Con tal estadística aspiro al menos a ver cuatro presidencias más y llegar a octogenario. Sánchez ya está en ese cociente de siete. A Rajoy le faltaron unos meses, pero numéricamente cumple (2011-2018). Siete estuvo Zapatero y siete años fue el tiempo transcurrido entre la muerte de Franco y la mayoría absoluta socialista del 82. ¿Qué nos deparará ahora Pedro? ¿Será capaz de llegar a 2027 y de volver a presentarse? ¿De salir ileso y hacer el pino puente?
Dos mil seiscientos días después de la moción de censura de 2018, la derecha sigue soñando con que a Sánchez le restan dos telediarios
Durante un tiempo la derecha masticó el chicle de que estábamos ante una figurilla endeble, presidente por accidente, que se despeñaría en la primera curva con un mandoble descomunal. Confundieron deseo y realidad, como tantas veces. Sánchez ganó dos Generales en cosa de un semestre. Y cayó Rivera en 2019, y Casado en 2022, y a saber qué pasa con Feijóo y con Ayuso, la verdadera líder de la extrema derecha española, como apunta mordaz Ignacio Escolar. La presidenta de la Comunidad de Madrid es monocorde, y busca tangana en bucle. Ayuso basa su carrera en la repercusión, pero sus problemas no son menores. De momento en Madrid parece imbatible. La capital ha sido cultivada a conciencia por unos y por otros, como en ofrenda continua a su patrón labrador, para que un perfil así alcanzase el éxito.
Un recuerdo
En junio de 1993 González revalidó por última vez como presidente y aguantó hasta marzo del 96, transcurriendo 33 meses entre elección y elección. Sánchez quedó segundo en julio de 2023 y han pasado 26 meses desde entonces. Aspira a seguir como mínimo hasta 2027. La batalla le quemará a él o a Feijóo. Solo quedará uno, como en el Oeste. Se juegan su ser o no ser pero se exhiben con desigual eficacia. Y mientras, ha llegado el otoño y amarillean las hojas, pero Sánchez sigue pernoctando en la Moncloa. Y el contexto es muy distinto al de 1996.