Convirtiendo en inevitable el hecho de las navidades, el domingo la Tierra alcanzaba el punto de su órbita que corresponde al Sol más meridional, al sur de nuestro Ecuador, comenzando aquí el invierno y en el otro lado del mundo el verano. Y hoy, no tanto como la mecánica celeste de la revolución terrestre, pero igual de datable y predecible, está el sorteo de laLotería de Navidad. Los matemáticos dejaron hace años de explicar estas cosas de la probabilidad, el valor esperado y demás, que muestran a las claras que solo gana el estado con este sorteo, porque como lo del solsticio, parece sometido a fuerzas mayores, en este caso las de la tradición y la costumbre.
Las mismas que hacen tan difícil progresar en derechos y libertades que antes no existían… y no digo más. Me quería centrar hoy, para la gente que echa un vistazo a la columna conforme pasa el periódico mirando otras cosas de resultados electorales o del fútbol (también viene a ser lo mismo), en que sigamos hablando del Gordo, del primer premio del sorteo al que corresponden 4 millones de euros por serie. No quería centrarme en lo económico, sino constatar la paradoja, dado que vivimos en una sociedad con actitudes negativas y prejuicios hacia las personas con sobrepeso. Una discriminación más frecuente donde hay más personas gordas, en las sociedades más opulentas; un desprecio que está aumentando por ese estereotipo que liga la obesidad a gente descuidada o vaga y la culpabiliza de su situación.
La gordofobia hace daño y no mejora en nada la condición de quienes son gordos. Nuestra sociedad está sobrealimentada y es sedentaria por otras causas: la obesidad es una consecuencia, no la razón de esta historia. Así que aprovechemos hoy para pensar bien de los gordos, ya que el resto del año los señalamos y desdeñamos.