El 21 de julio de 1987, en plena selva del Oriente ecuatoriano, morían alanceados por un grupo de indígenas huaoranis dos misioneros de la misión capuchina de Aguarico. Una era Inés Arango, terciaria capuchina de Medellín (Colombia). El otro, Alejandro Labaka, vasco de Beizama (Guipúzcoa), capuchino, misionero primero en China y luego en Ecuador, obispo del Vicariato de Aguarico desde 1984, evangelizador respetuoso, arriesgado, defensor de los grupos minoritarios, fiel al espíritu del Concilio Vaticano II, entregado a causas imposibles.
Otro monseñor Romero, en ambientes parecidos, gentes similares, problemas idénticos, tensiones comunes..., siempre inspirados en el Evangelio de Jesús. En la lucha de intereses (militares, petroleros, madereros, misioneros...), ese día la cuerda se rompió por su parte más débil. ¡Los mataron a lanzazos! Los misioneros recogimos sus cuerpos, los enterramos en la misión y los veneramos con dolor y admiración.
Pero... ¿Quiénes eran esos huaoranis? ¿Por qué los mataron? ¿Qué intereses había en unos y en otros? ¿Por qué Alejandro e Inés se arriesgaron y fueron a la boca del lobo? ¿Qué ha pasado después? ¿Qué hacen hoy los misioneros navarros y de otros lugares en aquellas selvas? Al lector que esté interesado en conocer esta pequeña y trágica historia, al que busca respuestas a esos interrogantes, le invito a que busque en las redes sociales o lea algún libro de los muchos que se han publicado. Los encontrará en las casas de Capuchinos y en las librerías especializadas.