Ante la crítica situación económica que atravesamos, hemos de ser precavidos cuando nos estén ofreciendo duros a cuatro pesetas como decíamos en la añorada época de la peseta. Desde niños nos enseñaban fábulas, como aquella que decía: "Un ricachón mentecato, ahorrador empedernido, por comprar jamón barato, lo llevó medio podrido. Le produjo indigestión, y entre botica y galeno, gastó mucho más, que si hubiera comprado un jamón bueno".

Hoy, la competencia es tal, y las ganas de vender son tan brutales, que en ocasiones surgen ofertas, donde el que te las vende lo hace cobrando menos que lo que le costó y además gana dinero. Ofertas como: por la compra de un pollo, le regalo una docena de huevos. Una camisa 20 euros, dos 30 y últimamente se está aireando una que dice: "Por su seguro a todo riesgo, le cobro lo mismo que por un seguro a terceros". Menos mal que el personal vamos poco a poco espabilando, si bien todavía quedan ingenuos que les han llegado a vender un tranvía, para usarlo en su pueblo, donde nunca hubo vías.

En cierto modo, las ofertas que vemos y oímos hoy en día, recuerdan a aquellos que los conocíamos por charlatanes, y que de ninguna manera se merecían este calificativo, porque eran geniales. León Salvador, Quinito, Hilario el Cojo y tantos otros de imperecedero recuerdo nos preguntamos: ¿dónde hubieran llegado de haberse dedicado a la política? Nada tenían que ver con las ofertas de hoy, porque con una gracia a raudales, sabían vender hasta ¡pulmonías!