Esta carta nace desde la creencia de que no va a servir para cambiar nada, aunque tal vez, y solo tal vez, pueda sacudir alguna conciencia. Con respecto al tema que nos ocupa, decir que ni soy padre ni familiar de las chicas que, sin quererlo, se han erigido en protagonistas de esta historia y que han provocado, sin saberlo, que yo escriba estas líneas.
Todo comienza con el famoso torneo interescolar que, desde luego, tiene mucho de torneo y bien poco, desde el punto de vista educacional, de escolar. Sobre todo para muchos colegios que en él compiten, así como para el Club Atlético Osasuna, que lo patrocina y promueve.
Me atrevo a decir esto porque varios y variados colegios navarros presentes en este torneo, ya durante la preselección de los estudiantes que iban a conformar el plantel de participantes en tan ansiada gesta, se han demostrado, al menos, sexistas.
En algunos de ellos -prefiero no dar nombres, pero muchos padres de alumnos de estos centros lo conocen de sobra- no han querido siquiera atender el deseo de las alumnas de participar, junto a sus compañeros, en este torneo. En otros colegios sí hicieron pruebas a niñas, algunas de las cuales cumplían de sobra con los requisitos futbolísticos necesarios al estar jugando en clubes femeninos de prestigio. Estas se han encontrado después con que, de forma totalmente unidireccional y sin mediar sorteo alguno ni fórmula objetiva que se le parezca, el centro o quien en su nombre actúa ha decidido que sobraban ellas e, incluso, solo ellas.
Estos hechos son lamentables en estas edades, y más en nuestros días, cuando, amparados por una sociedad permisiva, competitiva y excluyente con las mujeres desde bien pequeñas, se les deniega el derecho a vivir en igualdad, aunque luego se nos llene la boca a todos de mensajes elegantes y socialmente correctos, encaminados a garantizar la igualdad de oportunidades.
Parte de una sociedad falta de valores y permisiva; estos colegios, con su silencio, son cómplices de tal atropello. A cambio de la posibilidad de ganar una copa, no han hecho absolutamente nada al respecto, destrozando las ilusiones de las niñas cuyo único requerimiento incumplido es el de no haber nacido niños.
Hay que pensar si es esta la sociedad que queremos para nuestros hijos, si estos los valores que debemos inculcarles, o sino debemos hacer algo ante situaciones como la referida. Porque depende de cuál sea nuestra respuesta, habrá que asumir que no solo se hace daño a estas niñas, sino a todas aquellas personas que nos identificamos con ellas, y habrá que asumir que somos una sociedad bastante hipócrita.