el pasado mes de septiembre, el alcalde Joseba Asiron modificó el nombre de la sala de Ciudadela donde se celebran los enlaces civiles, pasando a llamarse sala Lidia Biurrun.

Tuve la suerte de coincidir con Lidia en bastantes bodas -en mi caso asistencia administrativa-, y creo que además de la incorporación del traje de gala y el compromiso para celebrar los enlaces en euskera para quien así lo quisiera, era aquella agradable forma de ser y estar la que hizo que se rompieran de forma tan curiosa y divertida las fórmulas de la proporcionalidad (número de votos vs número de casamientos).

La recuerdo en el zaguán de la Casa Consistorial, charlando entre boda y boda esperando a la siguiente pareja, que bien podía aparecer con los dos testigos y de la forma más discreta, o bien hacerlo hasta en limusina, para deleite y sorpresa de invitados y transeúntes. Si bien el traslado de la celebración de estos eventos a la Ciudadela privó en lo sucesivo al Casco Viejo de tamaño entretenimiento -y de la posibilidad de echarse un pote antes o después, difícilmente durante-, siempre he pensado que el sitio que se eligió es magnífico: decoración vegetal, piedra, sobriedad. Sobre todo, lo que más me ha gustado siempre de la ahora Sala Lidia Biurrun, es la ausencia de simbología, tanto política como religiosa. La forma más elegante y sencilla de tolerancia y respeto.

Pero esta carta quiere ser en realidad un homenaje a otra persona. Un pequeño homenaje a la funcionaria que desde que el Ayuntamiento de Pamplona-Iruña celebra bodas civiles, allá por 1995, y durante más de dos décadas, dedicó su trabajo a informar y gestionar todo lo concerniente con los enlaces civiles, también con las despedidas civiles posteriormente.

Elena López Goñi, fallecida hace dos meses a los 56 años, era una funcionaria apasionada de su trabajo, una buena funcionaria. Es decir, ejercía su labor con la misma ilusión y vocación de ofrecer un servicio público de calidad gobernara quien gobernara, durante alguna temporada incluso a pesar de sentirse despreciada por aquélla que más mandaba.

Amabilidad, simpatía, profundo respeto por las decisiones de las parejas, facilidades y eficacia, eso encontraba la gente en la Oficina de Enlaces y Despedidas Civiles. Por si alguien quiere “ponerle cara”, la pista es la larga y hermosa melena rubia que lucía, que sólo el por desgracia infructuoso tratamiento químico consiguió que cortara.

Elena también dignificó estos actos civiles. Aunque no corresponda designarle sala ni plaza, le reservamos al menos un rinconcito en la memoria de quienes tuvimos el placer de conocerle.