La gente ruge, se concentra, grita sin piedad. Se amontona en las calles de las partes viejas, en los bares y en los grandes espacios de ruido de guitarra, saxo y batería (algunos muy buenos) drogándose con bebidas y otras sustancias para huir de su propia soledad, de sí mismos y de lo que les rodea en el trabajo o en su casa. Antes van a comer o cenar; al fútbol o al frontón. Los más burgueses (palabreja olvidada) a restaurantes; y el pueblo llano burgués y llano total a las sociedades gastronómicas. Ya casi nadie come o celebra nada en casa, como cuando éramos más pobres. Cada uno hace lo que puede consigo mismo y con su espíritu. Amén. Y el tiempo pasa. Y el próximo sábado pasará lo mismo. Y así sucesivamente. Derrochamos a gusto nuestra propia energía, la nuestra. Durante la semana es de la empresa, pública o privada, hasta los 65 ó 70. Hor konpon. Después, a aprender a amar despacio.