Según Pedro Sánchez, el pueblo español es inteligente e imposible engañarle. En realidad es una masa a la que los poderes quieren manipular para que vaya donde se le ordena, según describe el escritor J.A. Pérez Martínez. Cómo se entiende que haya votado por unos candidatos, el PSOE no acepte el resultado y haya que volver a votar como corderos hasta que lo hagan como deben?

Cabría interrogarse, si es tan inteligente, ¿cómo es que el PP tuvo mayoría absoluta en las anteriores y actualmente tiene 66 y ello a pesar de la corrupción, el rescate bancario, la reforma fiscal, la amnistía de Montoro y que los obreros le voten siendo los patronos sus enemigos naturales? ¿Cómo ha logrado Sánchez 123 diputados con su programa de izquierdas habiendo modificado con nocturnidad el artículo 135 que prioriza el pago de la deuda exterior a los gastos sociales? ¿Cómo es que el PSOE en Catalunya ha tenido gran éxito habiendo sido cómplice del PP en la suspensión del 155 de la autonomía catalana?

Es una paradoja cruel que partidos de extrema derecha reciban votos de obreros de la España profunda siendo quienes les explotan porque carecen de conciencia de clase alguna. La actitud de desprecio de la clase dirigente hacia la ciudadanía se manifiesta especialmente en los periodos de elecciones, pues se hacen promesas a sabiendas de que se tiene intención de incumplirlas.

El pueblo español, si fuera inteligente como proclama Sánchez, rechazaría el contenido demagógico y empalagoso de sus discursos en los mítines lo que presupone que le considera inculto y sin conciencia. Si fuera inteligente, debería ser consciente de que el voto es un instrumento decisivo para sancionar a quien según su criterio le perjudica y constituye motivo suficiente para no darle su confianza por la falta de respeto por parte de los políticos que tan torpemente manipula al pueblo y no tengan que responder ante la opinión pública.