a semana antes del confinamiento, todos los de la clase estábamos hablando y comentando la posibilidad de que nos quedáramos confinados en casa. Al principio no éramos conscientes de la pandemia global que se estaba expandiendo por cada rincón del mundo, y pensábamos que un simple virus como el coronavirus nunca llegaría a poner nuestra vida patas arriba. Además cuando veía como en el telediario daban la noticia de que estaba muriendo muchísima gente en China, creía que nunca llegaría el virus aquí. Bien, pues nos confundimos€

Los primeros días sentía una sensación de agobio por no poder salir de casa, porque mi rutina era levantarme, desayunar, hacer las tareas, comer, hacer ejercicio, cenar y dormir en no muchos metros cuadrados.

Mi madre es enfermera, y gracias a ella me fui dando cuenta de que el pequeño granito de arena que estábamos poniendo todos, con algo tan fácil como quedarnos en casa, podría mejorar muchísimo la situación. Sin embargo, cuando cada día llegaba a casa después de trabajar y me decía que los casos estaban por las nubes, me di cuenta de que eso podría suponer la pérdida o la enfermedad de gente de nuestro alrededor€

Acerté. En la segunda semana de confinamiento mi abuelo empezó a ponerse enfermo, y mientras la fiebre subía, las ganas de salir y darle un abrazo también lo hacían€ Al final ingresó, y aunque fue bastante duro no poder salir ni siquiera con un traje espacial para hablarle y entretenerlo un poco, consiguió salir adelante y volver a casa con mi abuela.

Después de eso, comencé a relajarme un poco más y pensé: ¿puede pasarnos algo peor que nuestro abuelo esté infectado por coronavirus y que mi madre está cada día poniendo en riesgo su vida? Me respondí que no€ Y por eso la siguiente semana la pase un poco mejor, estando al 99% segura de que ya nada malo podía pasar en nuestro alrededor€

Pero ese 1% quiso cambiar las cosas, y el 15 de abril terminé de beberme el último sorbo de mi

Colacao con sabor amargo. ¿Por qué? Porque ese mismo día nos comunicaron que mi tía abuela (tía Josefina como yo la llamaba) había fallecido. No supimos las causas exactas de la muerte, pero no importaba€ Pasamos los siguientes días llorando, recordando y reviviendo las bonitas anécdotas que habíamos pasado con ella. ¡Descansa tía!

No sólo eso, también echo muchísimo de menos a mis amigas de la ikastola y ballet. Es por eso por lo que de vez en cuando hacemos videollamadas para preguntarnos cómo estamos, para resolver dudas de los ejercicios de mate€ Echo de menos la ikastola y los sitios que nunca habría echado de menos en mi rutina. También a los compañeros de clase que hacen que las clases fueran más llevaderas€ tantas cosas€

Por otro lado, sé que nuestras vidas no van a volver a ser las de antes y que todavía queda un largo camino hasta que volvamos a la normalidad. El virus nos está poniendo a prueba y nos está enseñando que hemos tenido que parar un momento el mundo para demostrarnos que no podíamos seguir viviendo del modo de antes. Todos tenemos que poner de nuestra parte para recuperarnos de esta crisis biológica, y es por eso que aunque la gran mayoría de las personas está cumpliendo perfectamente las recomendaciones, me enfadan mucho algunos que estos días han salido a la calle con sus hijos y han decidido juntarse en cuadrillas para tomar algo€

Por último, quiero remarcar las cosas positivas que me ha enseñado la cuarentena. Por una parte, que hay mucha gente solidaria que con tal de hacer algo bueno por los demás son capaces de arriesgar su vida con el coronavirus: los aplausos a las 20 horas, los vecinos que suben la compra a las casas de los más vulnerables, los sanitarios que ofrecen su servicio gratuitamente€ Además, una vez más me he demostrado a mí misma que no hay nada como la familia. He pasado momentos muy divertidos como las clases de gimnasia improvisadas (con demasiados ejercicios de abdominales), las pelis a las noches con las popitas tan esperadas, las súper comidas del super chef que tenemos en casa, las partidas al Mario Kart tan reñidas€ Y es por eso que aunque no podamos apenas salir de casa y hayamos pasado cosas malas, ¡como en casa y con la familia en ningún lado!