Me refiero a la constante y penosa situación de la Navarra vaciada, hasta hoy sin visos de solución. Tras más de treinta y cinco años de reclamaciones desde los valles del Pirineo navarro, del Prepirineo, el corredor de Uharte a Irumberri y otros afincados en la Zona Media o Lizarraldea, siguen sin remedio en su histórico abandono.En 1986, ante esta situación de olvido desde la capital navarra, concentradora de los servicios públicos, reforzó el despoblamiento de la Navarra rural iniciado en los años sesenta, al amparo de la implantación industrial en el entorno de la capital. Como montañero de toda la vida, fui testigo paso a paso de estos cambios demográficos con no poca preocupación. En aquel año 1986 tuve el encargo por parte del primer Gobierno de Navarra para estudiar y redactar un proyecto sobre turismo de montaña y nieve, partiendo del propio patrimonio natural. La idea no era otra que mantener la población joven en sus valles, poniendo en valor sus recursos naturales, patrimonio histórico y turísticos, como ocurriera en otros lugares de los Alpes o los Pirineos. Algo se hizo, pero la política de los siguientes gobiernos no fue otra que seguir absorbiendo los intereses económicos en la metrópoli. Y con esta nefasta política de la administración foral, pude seguir siendo testigo del silencio de un pueblo tras otro, abandonado, en ruinas y, finalmente engullido por la vegetación.Recientemente fui invitado a unas jornadas bajo el título Qué paisaje queremos con la participación de numerosos vecinos de los valles en trance de desaparición que puso sobre el tablero la actual situación y posibles acciones de cara al futuro. Parece que no haya servido de algo, dado que la administración foral no proyecta los necesarios planes de recuperación de la Navarra vaciada, de dar voz y alegría a los pueblos de la montaña y en definitiva del mundo rural en Navarra.

Montañero a su aire, autor del libro 'Excursiones a los pueblos perdidos de Navarra'