Acaba de fallecer mi amigo Guillermo y supongo, amigo eterno de Mendillorri. No me queda más remedio que vestir de luto al barrio. Es muy difícil encontrar una persona tan cariñosa como Guillermo. Un hombre de una cálida convivencia con todos nosotros. Esto lo escribo llorando por su dolorosa ausencia. Enemigo de discutir con nadie, tenía una especial condición para ser escuchado como una persona agradable. Vamos a echar en falta tu compañía muchos vecinos y vecinas de Mendillorri.La paz por encima de todo, las guerras para los militares. Lo que expongo es propio de un abuelo de 88 años que lo único que deseo es que nos amemos como yo os he amado, como ya nos dijo hace muchos años Jesucristo en el monte del olivo. Observarán que parezco un auténtico sacerdote, pero pueden comprender que a esta edad de 88 mis facultades se han convertido en dificultades. Murió en 2014 mi santa esposa. Tenía que ser santa para aguantarme, según decía ella de vez en cuando. Fuimos, creo, una pareja ejemplar. Siempre recordando a mi mujer Mª Ignacia Fonseca Iriarte. Al casarme me tocó la lotería con ella. Alguna vez mi mujer me aclaraba que a ella solo le tocó el reintegro.Mi intención es recordar a mi amigo Guillermo. Como he dicho antes, una persona querida por todos. Siempre recordaré, amigo Guillermo, los cafés que tomábamos juntos en el bar Lakarri. Las conversaciones eran políticas, porque política es todo, queridos en el Señor. Vencido de tanto hacer frente al mar y a su oleaje, aquí rindió su viaje la barquilla de Guillermo.