Mi hijo Juancho, un muchacho con TEA (Trastorno del Espectro Autista) acaba de pasar una semana de vacaciones excelente en Comarruga. Después de meses de pandemia, aislamiento, angustia, resiliencia y vacunas, mascarillas y distancias... él y nosotros nos merecíamos un descanso.Pero las vacaciones con Anfas no son un descanso cualquiera, no son vacaciones de playa y nada más. Eso lo sabemos todas las familias que año tras año seguimos confiando en Anfas para enviar a nuestros hijos e hijas, hermanas o hermanos de vacaciones.Muchos meses antes, los responsables de Anfas se reúnen, trabajan denodadamente, buscan los mejores lugares, las mejores alternativas de ocio, accesibilidad, bienestar y plena inclusión de las personas con discapacidad que atienden. Estudian las contingencias, los imprevistos, la forma más adecuada para que nuestros familiares sean felices y gocen de verdad. Nada de esto sería posible sin la presencia de los voluntarios de Anfas. Personas que también se reúnen, se forman y nos regalan su tiempo (en muchos casos parte de sus vacaciones laborales), su esfuerzo y su cariño, ese que no tiene precio y sí valor incalculable. Algunas personas voluntarias hasta repiten tandas. Todo con la mejor sonrisa, con montañas de amor, con calor de abrazo y gozo de besos. Con mascarilla hacen que se vean y se sientan más.Comarruga es playa, chiringuito, pizza al atardecer, escuela de vela, barco grande para pasear, trenecillo a Calafell, viaje a Barcelona, Aquarium, museo de cera, cama elástica, jardín botánico, granja-escuela, fiesta entre amigos, etcétera. Vacaciones excelentes. Imprescindibles vacaciones.Nuestros hijos e hijas, nuestros familiares regresan muy contentos. Les cuesta despedirse de sus monitoras, de sus responsables.A mí me faltan las palabras y mis gestos se quedan pequeños para agradecer tanto a tantos. Por eso escribo. Y porque creo que la sociedad navarra hace 60 años que tiene un tesoro. El tesoro que soñaron e hicieron realidad unos padres y madres que querían que sus hijos e hijas gozasen como nosotros, viviesen entre nosotros con todas las personas con y sin discapacidad. Y lo consiguieron. Aquí está.El tesoro se llama Anfas. Lo seguimos haciendo posible 60 años después.Espero que la sociedad navarra no lo olvide. Anfas es un tesoro imprescindible para todos y todas. Nos hace mejores. Mucho mejores.Y a ellas y ellos, más felices.