La política española cada vez alimenta más una democracia sentimental. Los sentimientos son importantes porque ayudan a comprender qué está sucediendo. El problema aparece cuando los sentimientos se absolutizan, cuando la emoción sustituye a la razón. El populismo es la expresión máxima del sentimentalismo político, un sentimentalismo irracional. Esta sentimentalización de la democracia tiene que ver con los nuevos instrumentos de comunicación política que se utilizan como vehículos de emociones y no como herramientas informativas. La palabra más usada en política es empatía. La empatía es una facultad de la inteligencia emocional que permite comprender las emociones de los demás. Y eso está muy bien. Antes se llamaba compadecer, compadecer al prójimo o alegrarse con el prójimo. Pero si se trata de comprender las emociones del otro, no se pueden usar solo las emociones. Empatía es inteligencia emocional. Si solo se usan las emociones y no se utiliza la inteligencia, no se puede comprender al otro.