Los chinos se caracterizan por ser un pueblo pragmático, trabajador, precavido y hermético. Sus movimientos están meditados antes de ponerse en marcha; la estrategia es primordial y el mundo un tablero de ajedrez sobre el que avanzan con paso firme, pausado y a la chita callando. Recientemente, el presidente Xi ha auspiciado la reunión entre iraníes y saudíes, lo que significa una excelente noticia que evidentemente ha provocado un profundo malestar a Biden y Netanyahu, y además acaba de visitar a su homólogo ruso. En Centroamérica, el patio trasero de EEUU, casi todos los países han abandonado a Taiwán y abrazado a China. En América del Sur, las inversiones e influencia chinas lo acaparan todo. ¿Qué decir de África, donde la diplomacia e inversiones chinas han colonizado el continente? El subsuelo africano alberga riquezas fabulosas y ahí están los chinos, también los rusos. Hace unos días, las FFAA de China, Rusia e Irán han realizado unas maniobras navales conjuntas en el golfo de Omán, y además Pekín lidera el BRICS.

A día de hoy, el mundo ya es multipolar y la hegemonía del Tío Sam se acabó para bien o para mal. Xi Jinping es el más influyente y relevante a nivel mundial: sin declaraciones rimbombantes ni alharacas, va tejiendo impertérrito su tupida red. ¿Dónde queda Europa?: El Viejo Continente deslocalizó en China todo lo que pudo y nos hemos convertido en un parque temático. Recuerdo que de niño salía el Día del Domund con la hucha a pedir para los chinitos. “Cuando China despierte, el mundo temblará”, Napoleón dixit.