Llegó el documento oficial, una carta, enviada por correo electrónico con una primera convocatoria a las 24.00 horas de ese día; la segunda, a una hora sensata, que sería la del verdadero encuentro. Estoy ahora mismo en Italia y, si ya las leyes en España son a menudo laberínticas e incluso enrevesadas y hasta absurdas, aquí su máximo paroxismo alcanzan, pero así hacen la ley unos; otros sobreviven a ellas gracias a la trampa. Así cumplen con una legislación que se revela inútil en la actualidad, de modo que todos entienden que la primera convocatoria es formal y no existe. También se hace en España algo parecido y que ya no sirve, al parecer, para nada.

Alarman las altas temperaturas de un abril que más que aguas mil trae un calor que pareciera querer hacernos hervir. Adiós a la primavera, que apenas fue... Como un invierno que casi no se dejó ver. En Madrid vi cómo las acacias y algunos chopos no perdieron este año parte de su follaje y sus hojas verdes siguieron pendientes en parte, porque el frío no fue apenas pertinente en algunas regiones. Otras zonas de Europa sufren lo contrario, demasiado fresco en una época en que ya debería ser todo más templado.

Nos inducen o fuerzan a la gran transformación energética y aun con dudas todos esperamos que sea efectiva, aunque Europa es una pequeña parte del planeta, pues mucho más importan en la contaminación general la China o las Américas. Si las baterías de la automoción y su fabricación no producen más CO2 que el tráfico con derivados del petróleo podría ser la gran oportunidad de estar en la vanguardia de unas tecnologías verdosas. Hay muchas pegas, pues las baterías se gastan y ahí quedan, como los paneles solares... Muchos esperamos que sean verdaderas soluciones... Que salvemos la naturaleza.

Pero mientras hablan de ahorrar y reciclar, Europa y América están gastando en armas el triple que hace una década suministrando y sustrayendo del gasto sanitario o humanitario lo que envían a las fronteras ucranianas donde perdura feroz la contienda. Las razones simples no valen, pues algo tiene de civil guerra, aunque explicarlo no quisieran. Cada vez hay más avisos de que por Taiwán podría extenderse con inmensa violencia a todo el planeta. Las bombas contaminan más que todas nuestras motocicletas y si se lanzan las atómicas, ¿qué decir se pudiera?

Si el clima está loco también podríamos decir que locas están las cabezas que rigen nuestro maltrecho planeta, ya que todo parece tender a una general, inmensa, suicida guerra. Antaño era fría, podría ser caliente esta. Calores fríos, contradicciones de los habitantes de la Tierra. ¿Habrá quien nos salve de tanta torpeza? Esperemos todo sea quimera y la primavera, caliente, dé lugar a la esperanza estival devolviéndonos algún día una paz verdadera.

El autor es escritor