Cada año Reuters Institute y la Universidad de Oxford publican un estudio con detalles a fondo sobre nuestro consumo de información, y los datos cada año son peores. Sube la desconfianza en las noticias y sube el desinterés por seguirlas. A la hora de los informativos, cada vez más personas cambian de canal o apagan el televisor. Estamos cansados. Estamos hartos. Las malas noticias que nos han bombardeado en los últimos años han minado nuestro interés.

El tratamiento de la Covid-19, los contenidos repetitivos de política, las guerras sin fin hacen que los consumidores de noticias sientan que empeora su estado de ánimo o se sientan cansados. Los contenidos positivos o esperanzadores se hacen imprescindibles.

Los jóvenes ya no seguirán las noticias como las generaciones anteriores. Los nuevos formatos hacen que los responsables de canales de televisión tengan que inventar nuevas estrategias. Ganan Youtube, Facebook y otras redes sociales. Ahora la importancia ya no está en lo que recibimos como espectadores. Está en saber discernir entre lo real y lo falso, y no nos han preparado para eso. Tenemos más información que nunca, pero no sabemos contrastar.