En el pasado, viajar en tren permitía conocer personas a lo largo del trayecto, mientras se contemplaba el paisaje. La velocidad, y la ausencia de los móviles, eran determinantes. Eran épocas de despedidas en los andenes y de ausencia de controles en los equipajes personales y de viaje. Pero el tren ganó en velocidad, uniéndose a distintos actos de terrorismo, y el surgimiento de los móviles, cambiando el modelo de viaje. La sociabilidad dejó paso al individualismo. Es el mismo camino que estamos llevando en la mayoría de las actividades sociales. Las prisas, el estrés, el correr sin un objetivo, se imponen en nuestros días. Los bienes y servicios no dejan de incrementar los precios, en particular los alimentos, con una inflación del 10,8% en el mes de julio. Vivimos a velocidad de AVE, pero con economías insuficientes que permitan tener un razonable bienestar. Somos “modernos” en el uso de dispositivos, pero nos hemos olvidado del necesario contacto físico con el congénere.

Seguramente estamos aprendiendo que los distintos avances en comunicación pueden y deben de tener un sentido distinto al uso actual. Nos hemos olvidado de conversar de forma positiva. Intercambiar ideas y pensamientos siempre ha sido determinante para los avances de la humanidad. El individualismo solo conduce a deteriorar las relaciones sociales. Hoy lo estamos viendo con el aumento de las enfermedades mentales, autolesiones y suicidios. El AVE o los móviles no son los responsables de este deterioro. Somos las personas quienes hemos desertado de la sociabilidad. Siempre que se pueda, intentar hablar con la persona que está a nuestro lado, es el camino para corregir la actual falta de relaciones.

La amabilidad y la cordialidad deberían convivir con las innovaciones tecnológicas y de comunicación. Los seres humanos nos caracterizamos por la imitación, pero también por esperar que sea el “otro” quién de el primer paso. Demos paso a la sociabilidad, dejando de lado el individualismo y el radicalismo. Podemos y debemos de crear una sociedad de relaciones humanas físicas. El aislamiento social nos conduce a incrementar el “otro” mal social llamado “soledad no deseada”.