El chugalimas Abascal entró en el Congreso como un elefante en cacharrería. Por circunstancias, es el único trozo del debate que vi. Y me dejó mal cuerpo. Me vino a la mente, como un torrente, el capitán del cuartel de Artillería del Aayún del Sáhara, a donde me mandaron obligatoriamente a hacer la mili. Su porte, su expresión gestual en manos y cuerpo, era calcado a aquel militar que domesticaba su perro en el patio con una cuerda larga, pegando gritos histéricos y dando vueltas como hacen los domadores de caballos. Un fenómeno. Entonces aquello era España, su querida España, Una, grande y libre; y ahora es Marruecos. ¿Y sabe quién rompió esa España? Un dictador llamado Franco, su jefe, que se la regaló a un sátrapa marroquí después de una marcha verde. El partido socialista le ha regalado muchas ocasiones para sus argumentos, pero la diferencia está en aquello de “rectificar es de sabios” o aquello de hacer de la necesidad virtud. Y usted todavía no ha aprendido ni aprenderá la lección. Retírese de la política y haga oposiciones a chusquero. Si quiere, le contaré más cosas.