Desde los despachos de la Iglesia diocesana, arzobispos y obispos deciden sobre el futuro de unas mujeres de 80 años a las que quieren desalojar.

Quiero expresar mi profunda oposición al traslado de las Monjas Benedictinas de Estella y Alzuza a Jaca, lejos de su tierra natal y que pretenden llevar a cabo en corto periodo de tiempo.

Por todos es conocido que estas mujeres han dedicado su vida al servicio religioso el cual, ahora, sin motivo aparente y sin haber expresado ninguna razón, las quiere echar de su hogar. Han vivido allí la gran mayoría de su vida y sus familias viven cerca, lo cual es un apoyo invaluable en esta etapa de sus vidas en las que muchas achacan problemas de salud o movilidad.

El convento en Alzuza, ubicado en el monte, proporciona a estas mujeres un entorno tranquilo y sereno que contribuye significativamente a su calidad de vida. Estar rodeadas de la naturaleza y la paz que ofrece su entorno actual es fundamental para su bienestar físico, mental y espiritual.

Sin embargo, el traslado propuesto a Jaca representaría un cambio drástico en su estilo de vida. Jaca, al ser una ciudad, está notablemente alejada de la tranquilidad y la serenidad que estas mujeres han disfrutado durante tanto tiempo. El ruido, el bullicio y el ritmo acelerado de la vida urbana podrían tener un impacto negativo para ellas.

¿A qué responde este cambio tan drástico? ¿Es realmente necesario el traslado a una ciudad en la que no tienen nada? ¿No hay soluciones alternativas que respeten el bienestar de estas mujeres? ¿Dónde tienen la humanidad aquellos que tanto la predican?