Hace 503 años, la llanura de Salinas de Pamplona fue el escenario de una terrible batalla que decidió el destino de Navarra. Hoy queda un testigo mudo atento y resistente, un solitario soldado de hormigón, rodeado por las ruinas del viejo Reino. El viento y la lluvia, la nieve de invierno y el sol del verano han ido grabando arrugas en su estructura de hormigón. Mientras él sigue vigilando, los años pasan. Han transcurrido ya casi 30 desde que Joxe Ulibarrena lo creó y se instaló donde aún se encuentra. En aquel momento, el Gobierno de Navarra, el Ayuntamiento de la Cendea de Galar y el Concejo de Salinas unieron esfuerzos para que la obra de Ulibarrena se levantara y permaneciera erguida sobre el antiguo campo de batalla, a la vista de cuantos cruzaran la carretera camino de Noáin o de Pamplona, o quisieran acercarse a visitarla como quiso su autor.

Hoy, el monumento ha encontrado otro enemigo. El tiempo y la falta de cuidado amenazan al último soldado de una batalla perdida que sólo podrá ganarse, ahora, si se recupera el ánimo sincero de preservarla, de proteger una obra amenazada cuya pérdida sería una derrota para todos. Desde luego, por su valor artístico, pero también por el significado histórico de un hecho inscrito en nuestra identidad común, y que no tiene ningún otro recordatorio público.

Como familia de Joxe Ulibarrena, llevamos tiempo intentando promover un acuerdo con las administraciones que propiciaron su instalación para conservar la obra y rescatarla del olvido a que parece haber sido condenada. Pero ese acuerdo tropieza, una y otra vez, con reticencias y constantes problemas. Nuestros esfuerzos no han logrado impedir hasta ahora, y pese a la recomendación que el Defensor del Pueblo de Navarra recogió ya en su Informe Anual de 2016, que los años hayan seguido pasando y la obra se deteriore a la vista silenciosa de los navarros, que podríamos terminar perdiendo el único símbolo de una parte de nuestra historia que, no hace tanto, quisimos recordar y mantener en la memoria, para nosotros y para quienes vendrán.

*Rosa Herce Olave, Alodia y Aritz Ulibarrena Herce