Leo que el señor Iriarte deja su escaño de parlamentario foral, por UPN, aduciendo cuestiones "personales, laborales y de salud". Mi total respeto a su decisión, aunque me entristece sobremanera. Y me entristece (al margen de lo que pueda intuir respecto a esa decisión) porque era, para mí, uno de los políticos navarros que me merecía confianza. Y no lo digo porque lo conociese directamente, que ya me hubiese gustado (y me seguiría gustando) dado que, con total seguridad, me hubiese venido muy bien para aprender muchas cosas respecto a mantener criterios propios en defensa de lo que realmente uno piensa, al margen de las directrices que te puedan querer imponer.

Además de todo lo que me hubiera devenido de su amplia cultura, no es muy fácil encontrar hoy en día personas así en las cuales uno pueda querer reflejarse. Y estoy hablando de una percepción propia a través de haberle seguido como lector en sus múltiples opiniones trasladadas en los medios, por lo que si realmente hubiese tenido oportunidad de ese conocimiento personal en bambalinas, mi aprovechamiento para mi propio desarrollo como persona hubiera sido, con seguridad, muy factible.

Tengo claro que mi opinión tendrá sus "contraopiniones". A toda persona, máxime siendo pública, se le van a poner siempre las alforjas de los pros y los contras. Y no solo por aquellas otras personas que lo hayan podido considerar desde problemático a enemigo, pues el arco es muy amplio y, cuando puedes molestar, te las puedes ver venir de todos lados.

Muchas veces, aun siendo las "lanzadas" nocivas para el propio colectivo por el que trabajas con afán, tendrán más en cuenta su propio beneficio que el del objetivo común social que dicen defender pues, desgraciadamente, cuando no se tienen suficientes tablas para hacer frente al otro, se buscan las vías más peregrinas para que termine hastiado y se baje del barco.

Siempre he defendido que los que ocupan cargos políticos debieran tener un bagaje de competencia adecuada al cargo, y muy bien remunerado, pues trabajar para la sociedad es lo más penoso (respecto a esfuerzo e incomprensión) que, para mí, puede existir, siempre y cuando, obviamente, te dediques realmente a ello en cuerpo y alma. Si así fuera, sobrarían infinidad de los políticos actuales y el beneficio social sería extenso.

Por ello mi tristeza de ver la marcha de una persona como la que indico. Eso sí, observaremos las "lágrimas de cocodrilo" vertidas en alabanzas varias y políticamente dispares, pues "al enemigo, puente de plata".

Pero quien más pierde es la sociedad navarra. Mal signo.