Agur Belén
El día 8 de julio contaba en estas páginas el proceso de deterioro al que te había llevado un maldito tumor cerebral desde el 22 de enero, día en que tuviste el primer síntoma visible y comenzaron todos los demás problemas encadenados. Bueno, pues este sábado 17 de agosto te has ido para siempre, sin un mal gesto ni una mueca de dolor, dormidica, como llevabas desde que ingresamos en San Juan de Dios, o eso parecía, con esa respiración que al final se aceleró y se llevó tu último suspiro.
Tal como eras, te habría gustado volver para preparar un bizcocho para el Dr. Martínez, de Oncología, que te hacía sacar la lengua y tanta gracia te hacía. Otro para las dos enfermeras que te recibían en Radio y te acompañaban con todo el cariño a la sala de tratamiento (“Hola Belén, espera un poquico que ahora vamos”), que cambiaban cada semana pero tú creías que eran la misma. Habrías hecho dos bizcochos más, como poco, para llevarles al equipo de Cuidados Paliativos que nos visitaron en casa desde que el Dr. Martínez comprobó que el tratamiento no había dado el resultado que se buscaba y los puso en contacto inmediato con nosotros, todo cariño y eficacia. Han sido un apoyo fundamental, desde entonces.
Y, por supuesto, otro par de bizcochos para médicas y enfermeras de planta que te han atendido los últimos días en San Juan de Dios a sabiendas de que todo era irreversible. Tú eras así y seguro que te estás revolviendo por no poder hacerlo. Pero al menos estate segura de que has dejado una huella imborrable en todos los departamentos hospitalarios que hemos recorrido estos últimos siete meses. Todo el mundo te ha cogido cariño. A mí me cuesta desprenderme de recuerdos y de imágenes (y que me cueste) de estos últimos meses, los más duros que me tocará vivir nunca, en los que hemos sido uña y carne en el dolor y gracias a tus hermanas Inma y Blanca, sin cuya ayuda no habría podido soportar los últimos momentos del proceso. Seguimos juntos, ¿vale?