Ahora que estamos asistiendo a una epidemia de conflictos bélicos en todo el mundo, me he parado a reflexionar sobre la estupidez del género humano, sobre todo, sobre quién es el que sale beneficiado de un conflicto armado. Evidentemente en primer lugar las grandes empresas armamentísticas y los magnates que están al frente sin importarles a quién irán destinadas, no importa, siempre que paguen la factura.

Los episodios bélicos a lo largo de la historia son una constante desde que se conocen relatos orales o escritos, que atestiguan que las armas fueron creadas por el hombre para aniquilar al hombre.

Cuando cesa el fragor de la guerra, el paisaje que deja es desolador. No será lo peor las ruinas de las ciudades, de las infraestructuras, de todo lo que se ha construido hasta el comienzo de la conflagración para contribuir a que una sociedad anclada en el bienestar viva lo mejor posible, lo peor, serán las ruinas humanas.

No será fácil coser la herida que dejará la bala en el cuerpo, pero sanará; sin embargo, el alma quedará herida de muerte, porque por muchas preguntas que se hagan los afectados, no hallarán respuestas. El resentimiento anidará en aquellos que antes del conflicto tenían unas vidas para ser disfrutadas en paz, la venganza será a partir de entonces un arma considerada legítima para restañar la pérdida de seres queridos, la mar de las veces inocentes, a los que no les preguntaron si querían participar en un conflicto que acabaría con sus vidas.

¿Qué legitimidad le asiste a un mandatario de un país para movilizar a los jóvenes para que vayan a luchar en pro de su propia ambición? Lo eligieron para llevar al país por caminos de progreso hasta hacer de él una gran nación, y esto se consigue facilitando el acceso de la juventud a la educación, puestos de trabajo, vivienda, haciendo que el pan llegue a todos los hogares y no dilapidando el dinero en armas.

Quizás la guerra, algunos la desaten para tapar sus propias ineptitudes al ocupar un cargo que no merecen, que no son capaces de llevar a cabo las tareas que el propio cargo exige y que deben justificar ante sus votantes; pero la guerra es algo injustificable, por mucho que se les llene la boca diciendo que se lucha por “la patria”.