Cuando acceden a la tribuna del hemiciclo Tellado, Cuca Gamarra o Feijóo para fustigar al gobierno metiendo el dedo en el ojo a Begoña Gómez, espiando al fiscal general o votando contra la actualización de las pensiones de jubilados, quien se sienta español pasaría  bochorno. Son los únicos que  ignoran quién es M. Rajoy, las aventuras fiscales de Ayuso y su novio que, presuntamente se han forrado con las mascarillas en el covid y pringados en operaciones  inmobiliarias irregulares sin pudor, protegidos por la magistratura. 

Ahora Sánchez, apoyado por  los nacionalismos y partidos de izquierda, está extendiendo en los círculos económicos mundiales que España se ha convertido en locomotora de Europa. En Alemania Scholz sufre una depresión de caballo. Francia cambia de gobierno cada trimestre porque le Coq Macron no pone orden en su gallinero. Inglaterra aún sufre el síndrome del Brexit y no olvida su imperio. Muestran la imagen cochambrosa de la UE para la que no encuentran salida.

Ahora, España es el país que más crece del mundo, crea empleo de calidad y se enfrenta a Netanyahu. Sánchez se pasea respetado por Europa como el rey desnudo, pero hasta en eso tiene baraka, en contraste con las derechas españolas que sueñan con que el efecto Trump actúe de Bálsamo de Fierabrás para digerir los éxitos económicos y sociales de Sánchez,  apoyados por la legitimidad que le otorgan los partidos progresistas y nacionalistas, a pesar de que las instituciones son las del franquismo, además de La Transición. Como el apoyo descarado de la judicatura, la iglesia y fuerzas armadas. 

A pesar de su sorprendente prestigio internacional, la situación política interna es delicada, pues la derecha tiene 170 diputados y el grupo que apoya al gobierno 180, pero se trata de un eufemismo pues Sánchez requiere una ingeniería política en cada debate, lo que supone un ejercicio de equilibrismo y mucha fe. Siempre temiendo algún error de los directivos o la eterna  denuncia por corrupción que obligue a replantear los debates en Las Cortes. Así que, una vez más, España, desde el borde del abismo, se inspira en El Lazarillo de Tormes.