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¿Sistema educativo o carnicería?

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Ir a Bachillerato, aunque no es obligatorio, es lo que casi todos hacemos. Son dos años sin tiempo para estudiar, hacer tareas y cumplir con las exigencias académicas. Compaginar el ocio y el estudio es casi imposible. A todo esto, hay que añadirle la presión de pensar que cada examen decide tu futuro.

Un estudio de la Universidad Francisco de Vitoria reveló que más del 36% de los alumnos con mejores notas en Bachillerato le dedican más de diez horas semanales a estudiar fuera de clase. La OMS avisa que siete de cada diez adolescentes sufren estrés por los estudios; esto perjudica sus notas y su salud. A diferencia de eso, países como Finlandia, con menos tareas y exámenes, consiguen buenos resultados alcanzando así un sistema más equilibrado.

Esa presión constante lleva a noches interminables de estudio, ansiedad ante los exámenes, agotamiento constante y una sensación de fracaso. Muchos jóvenes sacrificamos nuestra salud para alcanzar metas académicas imposibles. Si el sistema fuera menos memorístico y más flexible, la ansiedad y depresión podrían disminuir notablemente. Si continuamos exigiendo sin cambiar el sistema, el resultado será claro: jóvenes exhaustos con problemas de salud mental. ¿Ese es el precio real de la educación?