Esto no es solo una denuncia. Es un recordatorio brutal de que en este país, ser negro es suficiente para ser culpable sin pruebas, para ser expulsado de un espacio público, para recibir porrazos por exigir respeto, mientras la persona que te señala con mentiras disfruta tranquilamente del sol.
Hechos: en las piscinas de Aranzadi, Pamplona, una señora decidió que un hombre negro debía de haber saltado la valla. No lo vio hacerlo. No había pruebas. Solo su dedo acusador. Bastó eso para que los vigilantes lo invitaran a marcharse sin preguntar nada más. Bastó eso para que la Policía llegara y repartiera golpes a él y a su pareja, dejándola marcada. Bastó eso para que la verdadera agresora -la mujer racista- siguiera tumbada tan tranquila, protegida por la pasividad cómplice de todos.
Y cuando el agredido reclamó justicia, la respuesta fue la de siempre: esto no es agresión. ¿Cómo no lo va a ser? La acusación falsa, la humillación pública, la violencia policial, la burla de ver a la racista libre y a los negros fuera. Eso es agresión. Eso es racismo. Eso es abuso de poder.
Así que pregunto a quienes mandan, a quienes se llenan la boca con palabras bonitas sobre la convivencia:
-¿Qué clase de sociedad protege a una persona racista mientras criminaliza a quien señala el racismo?
-¿Qué clase de ley permite a la Policía usar la fuerza contra quien protesta, pero no mover un dedo contra quien miente?
-¿Por qué a una persona negra se le exige siempre paciencia, buena educación, calma, incluso mientras le rompen la dignidad a golpes?
-¿Qué esperan? ¿que sigamos callando, agachando la cabeza, tragando el insulto, la sospecha, la porra?
La próxima vez, que nadie espere que yo intente exponer públicamente a una persona racista. Ya sé que no me compensa: nadie me va a creer, y encima me lloverán los golpes igual, sea el agredido o el agresor quien dé el primer paso. Esto no es una advertencia vacía. Es una constatación de que la paciencia tiene límite. Si señalar un acto racista no sirve de nada, si la ley no protege a la víctima real, si la Policía es la primera en ejercer violencia… ¿qué respuesta nos dejan?
Hoy fue Aranzadi. Mañana puede ser cualquier otra piscina, plaza o calle. Y cada golpe que se normaliza es una invitación a devolverlo.
A los medios, a las instituciones, a la ciudadanía: dejen de mirar para otro lado. Este no es un caso aislado, es el pan de cada día para quienes llevamos nuestra piel como condena. Si de verdad están contra el racismo, demuéstrenlo.