¿Y después qué?
Arde la tierra. Se consume la vegetación. Un trozo de nuestra geografía nacional se tiñe de negro.
Hace apenas diez meses, la DANA golpeó el Levante con fuerza. Hoy son los incendios. Y mañana, ¿qué será?
Lo urgente, sí, es sofocar las llamas y proteger vidas. Y la ley debe caer con todo su peso sobre quienes provocaron estos desastres. Pero… ¿y después?
Seguimos en el mismo punto del mapa, con el mismo riesgo de que la historia se repita. ¿Qué medidas se van a tomar para evitarlo?
Mientras tanto, los bomberos forestales son despedidos en invierno, a pesar de su experiencia y conocimiento. Los voluntarios, movidos por un admirable deseo de ayudar, no cuentan con la formación necesaria y, a veces, pagan con su vida ese esfuerzo.
El cambio climático ya no es una advertencia: es calor, incendios, sofoco, patrimonio público y privado reducido a cenizas… y lágrimas.
Hoy, los titulares hablan de fuego. En unos meses, el tema se habrá diluido en la memoria colectiva. Así se gobierna: atendiendo al ruido del momento, dejando las necesidades para otro cantar.
Pero no podemos resignarnos. Es hora de invertir en prevención, de mantener equipos profesionales todo el año, de formar a voluntarios, de gestionar los bosques antes de que ardan. Porque, de lo contrario, la pregunta “¿y después qué?” seguirá teniendo siempre la misma y triste respuesta.