Los últimos datos publicados muestran una realidad preocupante: la edad media de los trabajadores en España supera ya los 43 años, y en sectores clave como la Administración pública, la Sanidad o la Educación, la presencia de empleados mayores de 55 años ronda el 30 %.
Mientras tanto, los sectores con más jóvenes -hostelería, actividades artísticas o comercio- apenas logran absorber a una parte reducida de ellos. Este envejecimiento del mercado laboral no es una simple curiosidad estadística: es un síntoma de un país que no está ofreciendo oportunidades suficientes a sus jóvenes. Si los profesionales con más experiencia se jubilan en masa en los próximos años, ¿quién sostendrá los servicios públicos, la innovación y la productividad que necesitamos para crecer? No se trata de enfrentar generaciones, sino de crear un relevo equilibrado. Urge diseñar políticas activas de empleo juvenil, incentivar la formación continua y facilitar el acceso de los recién titulados al mercado de trabajo. De lo contrario, España corre el riesgo de afrontar un futuro con menos trabajadores, más cargas sobre los activos y un sistema económico debilitado.
El envejecimiento es natural, pero que la juventud no encuentre su lugar en el mercado laboral es una enfermedad que un país moderno no puede permitirse. No es difícil anticipar las graves consecuencias sociales que esta situación traerá en los próximos 5, 10 o 20 años.
¿Recuerdan España 2050?