Cuidar, ya es hora, con plena conciencia
Ayer me crucé con una amiga -empujando con sonrisa- y un amigo, la silla de ruedas de su madre. Y pensé, en el frío este por el que caminamos que, a la hora de la verdad, cuidar es lo que nos distingue. Detrás del ruido de la vida, que es mucho, nos amenaza con un revólver y nos dice: no se puede descansar, no se puede parar. ¿Y dónde queda ese tiempo para cuidar? Porque todos tenemos que hacerlo alguna vez.
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Pues entre bastidores debe estar, porque algunos no lo encuentran.
Porque su tiempo es para otras cosas: la taberna o bar. Jugar a pala con los amigotes. Tocar la trompeta con mi banda. Salir de fiesta con los del trabajo, que hay que hacer patria. O irme a cazar, por un decir, quedándome corto con las miles de razones que esgrimimos para no estar empujando la silla de ruedas de nuestros padres.
Y salte usted al ruedo y diga que el amor es grande.
Y te dirán que a qué tanto amor, que la vida es otra cosa... Correr y todo lo demás para llegar a ver el partido de fútbol, por ejemplo.
Pero no soy nadie para decirle al mundo que cuidar es lo que nos hace humanos.
Esto queda perfecto de decir, solo que algunos ni aprendieron, ni quieren que se les enseñe, y así nos va, guerra tras guerra, hasta que nos dé un ictus ¿Y quién guiará nuestra silla? Otros, esos para los que el amor no es un extraño.