la democracia es la careta de algunos autócratas. El alcalde Enrique Maya se la ha quitado pronto en la comedia del arte de gobernar, aunque ahora ensaya un segundo acto más conciliador. El gallinero había pateado su actuación intransigente. El grupo socialista -que le debía una por la confirmación de Santamaría como Jefe de la Policía Local- ha invertido la aritmética municipal para neutralizar los designios del alcalde en el nombramiento de director-gerente del Teatro Gayarre. Aunque sea neófito, Maya debe saber que recelar del compromiso hablado, e incluso firmado, de un político es de primero de manual. Su palabra y la de sus rivales valen lo que dura una estrategia. Contrariado en su albedrío, el alcalde activó los mecanismos de defensa y encargó y consiguió un informe legal a su medida. El cuadro directivo de la Administración -reserva de enchufados agradecidos- incluye en nómina sastres jurídicos. Lo sustantivo de este asunto es la constatación de que el poder siempre articula leyes, reglamentos y estatutos para hacer su voluntad, santa cuando se trata de un católico confeso y practicante. El talante de los contrarios es respetable cuando beneficia. Nunca si contradice, estorba u obstruye. La única clave facilitada para la reprobación del candidato alternativo es el cabreo por la sorpresa (forma) y la confianza (fondo). ¿De qué confianza habla Maya? ¿De la profesional o de la ideológica? Nada tan peligroso como la afinidad ideológica en lugar prioritario de la tabla de méritos para una designación. Más aún en materias socialmente sensibles como la educación y la cultura. Maya podría haber dignificado su unipersonal potestad de propuesta mediante la presentación a la junta del Patronato de la Fundación Teatro Gayarre de un abanico de candidatos competentes en su formación, abiertos en su mentalidad, creativos en sus planteamientos y con un punto de riesgo innovador. El alcalde, sin embargo, ha buscado al embrollo una burocrática salida tangencial: la figura de gerente provisional. Lo triste es que siempre hay algún técnico que se presta a la treta y al enjuague, insolidario con sus colegas damnificados y cómplice con la dilación de una solución definitiva. Pero una vez dentro del escalafón de la confianza política, hay que estar a bien con el dedo protector. Con ese parche, UPN no se marca plazos e irá poco a poco, ha anunciado. Queda además el tufillo de la dependencia orgánica de Maya de su mentora Barcina, ya que el pretendido intercambio de titulares entre la dirección general de Cultura del Gobierno y la gerencia del Teatro municipal parece un relevo sugerido por la presidenta -que tuvo como asesor de alcaldía al candidato de los regionalistas- o por alguno de sus leales. Maniobras de cortijo.