Prohibido cantar
Pues nada, han cerrado el círculo, o en este caso el triángulo: dios, patria y rey. Ya sufríamos el delito de escarnio, tan cercano al de blasfemia, y el de injurias a la monarquía. Y ahora con la ley en la mano, y la mano en la porra, al paisanaje también se le condena por ofensa y ultraje a España. Han dejado, pues, fuera de la Constitución a cualquier filósofo de bar y beodo cascarrabias. Ya pueden multar al viejo punk, pues ni Siniestro Total "soy un enemigo de Alá, no me gusta la rumba ni el jazz", ni La Polla "el rey es feo, es mogollón de feo", ni RIP "odio a mi patria" caben en esta jibarizada democracia. La oposición al poder no es Rubalcaba ni Rosa Díez: es Eskorbuto.
Y, ojo, porque ignoramos la opinión de los supuestamente ofendidos. Nada sabemos de un espíritu mutable que, aunque está en todas partes, jamás se hace carne en el juicio como acusación particular. Tampoco ha levantado la voz un topónimo que aun designando cada siglo un mapa diferente, y menguante, ahí sigue sin protestar por la erosión. Y no hay noticia de que un tal Juan Carlos haya denunciado a un vasallo por sentirse herido en su honor personal. No, lo que se considera delito es ciscarse en tres misterios, una sagrada trinidad de obligadas mayúsculas que nunca se ha presentado a las elecciones.
He ahí la diferencia entre un Estado normal y un régimen paranoico, el salto entre proteger al ciudadano y blindar con pena de cárcel sus abstracciones. Se debe arrestar a quien golpee a creyentes, patriotas y monárquicos, de igual modo que hay que detener a quien pegue a hinchas del Madrí y fans de Peret. Lo absurdo, la política rebajada a tiranía, es hacer pagar 30.000 euros a todo aquel que ofenda la filosofía merengue y ultraje la estética rumbera. Es muy dictatorial eso de darnos la opción de manifestar el amor a una patria, un dios y un rey, y negarnos el derecho a expresar un rabioso desapego. Lo dicho: maldito país...y hasta aquí puedo cantar.