el problema de nuestra presidenta es creerse titular de la marca Navarra. Que es algo así como querer comprar la eternidad para sí misma. Uno hubiera querido, tras el verano, estrenarse con otra cosa. Pero no. Y es que la presidenta se reelige a sí misma en la performance de Cadreita bajo el síndrome de Hubris, según el cual uno padece la propensión narcisista a ver el mundo como un escenario donde ejercitar su poder y buscar la gloria. Así que visto y oído lo de Cadreita, concluiremos en que UPN se encierra sobre sí mismo para jalear las opiniones de la presidenta y demonizar y rechazar las ajenas.

Barcina necesitaba incorporar un plus a la marca Navarra si quería mantenerse en el mercado. Ya lo tiene. En estos tiempos de neocentralidad política nos ofrece la posibilidad de ser más navarros si cabe. Nos ofrece salirnos de la Constitución por la anulación de la Transitoria Cuarta. Así nos librará de la “amenaza” constitucional de poder elegir destino político mediante referéndum. Pero yo creo que es un timo y les prevengo. Verán, Richard Dudley, falsificador del siglo XVIII, vendió al Papa el vello púbico de una mujer muerta afirmando que se trataba de la “barba de San Pedro”. El Papa lo besó diariamente durante años envuelto en éxtasis. Y funcionó como una falsificación santificada.

Barcina nos vende algo parecido; el vello púbico de la Navarra foral esterilizada. Como un anticancerígeno del nacionalismo, la izquierda y hasta del Sursum corda.

Hay quien piensa que esta decisión es la mejor baza para la izquierda sistémica y altersistémica. Porque contrariamente a la idea barcinista de poner freno a la izquierda con su autonominación, ésta se movilizará en pos de su derrocamiento.